Partir

Me voy. No sé si sea momento de marcharse, de tomar las maletas para hacer vida en otra ciudad con personas diferentespero pretendo arriesgarme. De todas maneras creo que de esperar el momento adecuado no habría tal, podrían pasar meses, años, la vida entera. Tal vez le tome de sorpresa, parece rápido, sin meditación previa, sin embargo la decisión está tomada: para cuando usted amable lector lea estas líneas, me encontraré en la única ciudad donde se ve el aire que se respira. Por supuesto desde ahí estaré mandando mis Paréntesis, por eso esta no es una despedida. De hecho, no me gustan las despedidas (tan las odio que para este punto mi editor ya se quedó con la boca abierta, ni siquiera a él tuve la amabilidad de prevenirlo).

Irse de algún lugar implica necesariamente un fin y un comienzo. Nos vamos cuando se ha concluido la reunión, se terminó la chela en una fiesta, después de los aplausos finales en el teatro o cuando dejaron de pasar los créditos en el cine, cerramos un libro cuando no hay más para leer. Y sin embargo estamos conscientes que las historias continúan, aún sin nuestra presencia pero ahí están, corren paralelamente a nosotros. En mi caso, seguro Morelia seguirá siendo la misma ciudad lenta, de cantera, de competencia constante entre quienes la habitan; la diferencia es que ahora habrá una testigo menos. Tal vez en eso radique precisamente el dolor de todas las partidas, cuando un@ pretende continuar siendo testigo de alguna historia pero ya no puede serlo más. Por lo tanto el dolor siempre está presente en quienes se van o en quienes se quedan.

Tomar la decisión de marcharse implica también un riesgo: saber que el lugar a donde partiremos resulta mejor o peor a donde estamos. Abandonar un círculo resulta muy difícil. La duda disminuye cuando un@ no es feliz donde se encuentra; cuando el ambiente es hostil, incómodo, a veces peligroso. En esos momentos estar fuera se ofrece como la mejor opción. Incluso el instinto hará saltar al cuerpo (aunque en ocasiones el miedo paralice). Sin embargo, cuando por el contrario, el ambiente es aparentemente tranquilo, confortable, incluso protector, las preguntas aparecerán una tras otra. Las opiniones se dividirán en cuestionamientos, desacuerdos y apoyos. Parecería cometer suicidio irse de un lugar donde existen los elementos necesarios para ser feliz. Entonces ¿por qué moverse? Por esa eterna tendencia del ser humano hacia la búsqueda. La curiosidad solamente mata a los gatos ¿qué podría pasarnos a nosotros? Siempre existe la opción de volver.

Luego vienen las maletas. Decidir nuevamente: los objetos indispensables, los objetos no tan indispensables pero útiles, los pesados, los que se pueden acomodar fácilmente en cualquier rincón, los que implican carga emocional. Todo lo que dejamos y nos llevamos pero, eso sí, siempre guardamos algo que seguramente no servirá para nada, de igual manera como dejamos algo importante (cepillo de dientes, cortaúñas, crema…). Finalmente en la maleta de viaje se guarda todo aquello que nos pertenece material o emocionalmente. Lleva contenida nuestra personalidad, parte de nuestro mundo, de quienes somos.El ser humano siempre está migrando, se encuentra en constante movimiento, únicamente los objetos se mantienen estáticos. Por eso partir significa dejar atrás, pero nunca perderlo todo. Cambian las distancias, los lugares, las situaciones. Es sólo que me gusta ponerme romántica, analizar la cuestión de la partida, de mi partida, cuando en realidad la acción puede ser tan fácil como abordar un autobús, hacer llamadas por teléfono, regresar a enterarme del último chisme de vez en cuando, escribir mi forma de ver la vida cada semana para mantenerl@s informad@s...