Yo supongo que aquella experiencia lo dejó marcado, a él y a todos los jóvenes que en los ochentas tenían algo así como entre 15 y veintitantos años. Las gráficas simples, los movimientos robotizados, los colores brillantes, el movimiento controlado desde fuera de la pantalla por un control o mejor dicho, joystick. Se quedaron en la mente las aventuras simuladas, el ser perseguido por fantasmas o zombies, los carros rojos y la <
Aún recuerdo el primer ATARI que en casa tuvimos: un XE 65 gris que conectado a la televisión se volvía consola para juegos. Imagine una placa de circuitos dentro de un casette, justo así eran los cartuchos. Aunque había de todo tipo, recuerdo en particular dos: Space Invaders y Cristal Castles. El primero consistía en disparar hacia las naves cuyo fin era aterrizar para conquistar el mundo, mientras el segundo más bien era sobre un intento de oso peleando entre castillos con laberintos para recoger gemas y matar monstruos. En ambos casos mis padres se volvieron adictos. Peleaban por los controles; gritaban y saltaban junto con la nave o el oso en cuestión; sobre todo pasaron noches en vela tratando de terminar los dichosos juegos. Recuerdo haber despertado en las madrugadas con la luz de la televisión, o bien, a mamá levantando los brazos o las piernas como si estuviera dentro de los escenarios fueran castillos, junglas o un simple tablero. Después vino el Nintendo, el Super Nintendo, finalmente los juegos de destreza en la computadora. A cada uno mis padres les dedicaron tiempo, esfuerzo, nos divertimos, gritamos, nos enojamos hasta el Game Over.
Creí haber superado la etapa. Ellos iban felizmente al casino un par de horas diarias para saciar su sed de lo que yo conozco como <
Ahora es mucho mejor porque los personajes pueden tener las características físicas de cada jugador-a, de tal manera nos divertimos la familia completa (hasta mis abuelas). Hay pruebas físicas dependiendo la edad, la estatura y el peso. De dos controles, pasamos a tres, más un cajón para hacer ejercicios complejos como yoga, aeróbics o incluso snowboard. Somos tod@s niñ@s cuando desde la mañana apartamos el turno de juego. Mamá se ejercita todos los días, papá nos quiere dar indicaciones para lograr mejores resultados, mi hermano prefiere jugar después de comer y al final observamos en gráficas nuestro desempeño. Como son vacaciones la familia entera está encantada, no importa dormir tarde si se logra el puntaje deseado. Mis tías quieren comprar el suyo, yo todavía me rehúso a creer en tal enajenación mientras l@s observo pensando en lo divertido que es tenerl@s a mi lado. Ahora debo terminar de escribir: me toca jugar.
1 comentario:
¿Y cuando les aburra me lo van a regalar? ¿Siiiiiii?
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