Secundaria y preparatoria, la edad de las cartas, los nunca cambies, me caes super bien, vales mil, etc. etc. etc. Generalmente iban bien intencionadas, con deseos auténticamente cariñosos pero en frases repetidas. Imágenes prediseñadas al más puro estilo de Windows. Aún así, atesoro muchas de esas cartas en el baúl. Hubo una, de hecho, fue de las últimas que recibí. Me la dio mi mejor amigo de la preparatoria, un chico aparentemente frío e insensible, hasta cierto punto, tosco. Nunca soltó un te quiero, prefería mordernos las manos. Todas decían que recibir una carta de él era porque de verdad eras muy especial en su vida, yo sólo recibí un par y aunque fue poco en comparación a las treinta y tantos de mis otr@s amig@s, todavía las tengo en lugar de honor. Su manera de escribir era diferente, sincera.
En una de ellas, me regaló una frase: “tu nunca sabrás lo que hay detrás de esta carta, de estas líneas. Generalmente cuando uno lee, poco se pregunta qué pensaba el autor, qué estaba sucediendo en ese momento, dónde se encontraba, etc…” Me quedé con sus palabras, debí admitirlo, nunca me imaginaba aquello escondido en sus letras. Tuve curiosidad, aún tengo curiosidad.
Ahora me he vuelto adicta a leer blogs. Es como asomarme a las ventanas de una casa o estar sentada en una sala siendo invisible. Me gusta, siento que a través de ellos puedo conocer nuevos personajes (porque tod@s nos convertimos en personajes). Trato de imaginar a l@s autores, sus formas de vida, su trabajo, la manera de relacionarse dentro y fuera del Internet, incluso con algunos guardamos el compañerismo al hacer comentarios entre las páginas, la mayoría ni siquiera se imagina mi paso por ahí, que husmeo en sus letras. Mientras, la misma frase sigue dando vueltas, uno en realidad no se imagina lo oculto tras las líneas. Por eso me intriga la historia de ell@s, de cada creador/a.
La misma obsesión me persigue en otros ámbitos. En uno de mis cuadros favoritos se ve una catarina oculta entre la lluvia. Entiendo entonces que no quiere volar porque seguramente debe tener frio y el agua pesa mucho cuando uno anda entre las hojas. Comienzo así a imaginar la historia de mi catarina abstracta, pero ¿acaso no he puesto atención? ¿Por qué la lluvia? Aurora, la autora del cuadro ¿habrá sentido frío en ese momento? ¿Qué clase de neblina la cubría a ella? ¿Qué clase de vuelo busco emprender montada en esa catarina que me resulta fascinante?
Apenas anteayer leí un texto sobre la autocensura. En él, la autora se preguntaba cuánto había permanecido oculto en un blog, en un artículo, en una poesía o cuento, debido a los miedos, a los prejuicios de los mismos autores. Los comentarios al respecto coincidían con la postura y algun@s hasta nos confesábamos nuestras limitantes. De ser así, hay potencialmente magníficas historias, pero las manos se niegan a escribir sobre “ciertas cosas”. Me he sorprendido escribiendo y borrando no porque no esté conforme con las líneas sino porque odio ser cuestionada sobre mis textos. Prefiero ahorrarme las explicaciones.
El mundo es de los audaces, pero en realidad, ell@s deben tener algo detrás. Algo oculto. Es morboso de mi parte, lo sé. Sin embargo, como decía aquella carta “uno nunca se imagina a quien escribe”. Entiendo, todo me ha quedado más claro, seguramente lo dije en artículos pasados: las mejores historias permanecen en silencio. Toda expresión artística, por lo tanto no sólo puede ser interpretada por lo que dice, sino también por lo callado.
En una de ellas, me regaló una frase: “tu nunca sabrás lo que hay detrás de esta carta, de estas líneas. Generalmente cuando uno lee, poco se pregunta qué pensaba el autor, qué estaba sucediendo en ese momento, dónde se encontraba, etc…” Me quedé con sus palabras, debí admitirlo, nunca me imaginaba aquello escondido en sus letras. Tuve curiosidad, aún tengo curiosidad.
Ahora me he vuelto adicta a leer blogs. Es como asomarme a las ventanas de una casa o estar sentada en una sala siendo invisible. Me gusta, siento que a través de ellos puedo conocer nuevos personajes (porque tod@s nos convertimos en personajes). Trato de imaginar a l@s autores, sus formas de vida, su trabajo, la manera de relacionarse dentro y fuera del Internet, incluso con algunos guardamos el compañerismo al hacer comentarios entre las páginas, la mayoría ni siquiera se imagina mi paso por ahí, que husmeo en sus letras. Mientras, la misma frase sigue dando vueltas, uno en realidad no se imagina lo oculto tras las líneas. Por eso me intriga la historia de ell@s, de cada creador/a.
La misma obsesión me persigue en otros ámbitos. En uno de mis cuadros favoritos se ve una catarina oculta entre la lluvia. Entiendo entonces que no quiere volar porque seguramente debe tener frio y el agua pesa mucho cuando uno anda entre las hojas. Comienzo así a imaginar la historia de mi catarina abstracta, pero ¿acaso no he puesto atención? ¿Por qué la lluvia? Aurora, la autora del cuadro ¿habrá sentido frío en ese momento? ¿Qué clase de neblina la cubría a ella? ¿Qué clase de vuelo busco emprender montada en esa catarina que me resulta fascinante?
Apenas anteayer leí un texto sobre la autocensura. En él, la autora se preguntaba cuánto había permanecido oculto en un blog, en un artículo, en una poesía o cuento, debido a los miedos, a los prejuicios de los mismos autores. Los comentarios al respecto coincidían con la postura y algun@s hasta nos confesábamos nuestras limitantes. De ser así, hay potencialmente magníficas historias, pero las manos se niegan a escribir sobre “ciertas cosas”. Me he sorprendido escribiendo y borrando no porque no esté conforme con las líneas sino porque odio ser cuestionada sobre mis textos. Prefiero ahorrarme las explicaciones.
El mundo es de los audaces, pero en realidad, ell@s deben tener algo detrás. Algo oculto. Es morboso de mi parte, lo sé. Sin embargo, como decía aquella carta “uno nunca se imagina a quien escribe”. Entiendo, todo me ha quedado más claro, seguramente lo dije en artículos pasados: las mejores historias permanecen en silencio. Toda expresión artística, por lo tanto no sólo puede ser interpretada por lo que dice, sino también por lo callado.