“No pertenezco a tu círculo de amistades” le dijo ella al pobre escritor de cuando en un descuido (de él), ella entró por casualidad a su blog. “Por eso l@s novios, espos@s, amantes o lo que sea no deben leer lo que escribes” , la recomendación le cayó cuando ya era tarde, cuando se había visto descubierto en su mundo alterno. Donde no era padre de familia, ni arquitecto, ni sabelotodo. Había descubierto una parte de él donde ella no era el centro de atención ni tenía sus caricias ni estaba presente en todo momento. Como buena mujer, se puso celosa. Y como buena mujer inteligente, no gritó, ni peleó, ni lloró. Solamente de manera ecuánime le dio la frase exacta para meterlo en conflicto, entre su pasión y su vida real.
Cualquiera que escribimos corremos el riesgo: los celos de la profesión o mejor dicho la intromisión. Los enemigos a la hora de hacer un texto son la familia, amig@s, parejas y todos aquellos asesores que se aprovechan de nuestro amor (respeto, miedo o lo que sea) hacia ellos. Siempre hay opiniones sobre el trabajo, o aún cuando no las haya invaden nuestro mundo cuando preguntan “¿de verdad tu escribiste esto?” horror, ganas de salir corriendo, de decir que no, que fue copiado de un separador de papelería. Ahora entiendo la soledad de l@s creador@s, pero sobre todo al escritor apartado, ensimismado.
Tuve un maestro que alega que sus textos fueron la causal de su divorcio. “¿Quien es esa mujer de la que hablas en tu novela? Porque no se parece a mí, yo no soy morena ni tengo las piernas frondosas, más bien soy delgada. ¿Es alguien de tu pasado? Espero que no de tu presente. Anda, dime, no me voy a poner celosa, como tampoco me puse celosa de la pelirroja, ni de esa tal Andrea, ni del fuego que provoca en ti. Porque si quieres me puedo pintar el cabello, aunque yo no encienda ni la mínima chispa en tus ojos…” En fin, cuando él le confesó que los personajes de sus letras eran solamente fantasías, ella le pidió abandonara su casa porque por lo visto, la propia esposa estaba fuera hasta de su mente.
También quienes de vez en cuando hemos dicho “yo escribo” nos encontramos con el típico “Ah ¿si? ¿Y que dirías sobre mi?” (Nada, es muy molesto tu protagonismo) o “¿Y por qué no escribes sobre el desastre social y el fin del mundo?” (Porque no quiero, de eso se encargan los periodistas) y justo en ese momento se pierde el encanto. Las ganas, si en algún momento existieron, desaparecen porque el trabajo se ve manchado por alguien ajeno.
Escribir implica tirarse desnudos. Empaparse de la hoja, romper el miedo y convertirse en tinta. Sin embargo, aún tenemos amarres, algunos que nos molestan, otros que usamos para no perdernos. Debido a esto pocos aceptan valientemente “soy escritor”. Porque el hecho de reconocerlo implica decirle al mundo cuántos y cuáles son nuestros fantasmas. O peor aún, deja abierto el umbral a la mente. Y no se puede negar que la autocensura tenga mucho de no querer herir susceptibilidades y ahorrarnos explicaciones vanas. De evitarnos esas preguntas incómodas ¿Quién es? ¿Cómo fue? ¿De verdad crees en eso? ¿Realmente sucedió?
Por eso nunca crean en alguien dedicado a las letras, ni todo lo escrito es real. ¿Cómo hacer entender que solo somos gente con mucha imaginación? No se, seguramente por eso a alguien se le ocurrieron los seudónimos, quizá. Pero debemos reconocer compañer@s: nuestro ego suele ser más grande que nuestro temor a perder la privacidad.
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Hace 3 años
3 comentarios:
chaleeeeeeeeeee, sí sí. Qué crees... mi papá descubrió mi blog, casi me cago.
Mira, yo digo una cosa, si vas a escribir de alguien, por fa, no escribas su nombre si es muy personal, ¿no crees? Porque también hay que tener cuidado con la privacidad.
Pero sí, a veces es divertido ser totalmente anónimo. Eso de "lata" no me funcionó, chale.
Ay Chiquilla! Un texto real, sabio.
Y todo se complica con los años eh? la familia, los hijos, los "amigos" ...uff. Lo malo es que ya es demasiado tarde para cambiarme el nombre.
te dejo un abrazo :)
muy cierto... muy cierto y difícil. Creo que soy afortunado de no tener a mi novia como lectora...
Un abrazo desde SAltillo!!
Alfres
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