domingo, 26 de octubre de 2008

Seguir

Ocho de la mañana. Tono de despertador del celular, como todos los días lo apago y lo aviento. Tardo 20 minutos más en salir de la cama. No, todavía no logro levantarme temprano aunque me lo proponga. Con los ojos cerrados paseo por la casa como si tratara de reconocerla, hasta que recupero la vista, se entonces que es hora del baño y el café para despejarme. Comienzo a recuperar la conciencia. Nunca tengo nada que ponerme, uso lo mismo todos días: jeans, blusa de cuello alto y chamarra. El otoño no me permite variaciones en la moda. Crema anticelulitis - reafirmante - humectante, antiojeras, antiresequedad, para piel sensible, creo que es el momento donde más me tardo. Un par de quesadillas en el desayuno. El peinado es sencillo, no hay tiempo para maquillaje. Es momento de salir de casa.

Hoy es cumpleaños de mi jefe. Respetando su vanidad no diré cuántos tiene. Sólo imaginen que ha prometido hacer una mega fiesta. Conociéndolo se que estará entre las cenas de elite y las bohemias de taberna; muy interesante. No le gusta el pastel, lo mejor será apagar las velas en una gelatina.

Camelinas y su eterno tráfico. Las vías alternas ya no existen. Los mismos automóviles impiden el paso, aunque nunca falta aquel que rebasa a todos. De todas maneras llegamos juntos al semáforo. La ciudad huele a viernes, a fuerzas renovadas por el fin de semana. No importa cuán cansad@s estemos, es viernes. Aunque trabajemos el sábado comienza el descanso, sólo por hoy no nos duele la espalda, ni la computadora recibe tantos golpes como los jueves.

La oficina. Buenos días, buenos días, buenos días, buenos días. Los cuatro reglamentarios para no herir susceptibilidades. Encender las máquinas, revisar los correos, hacer trabajo de edición de notas, en seguida publicarlas. Mis horas se van entre el teléfono, la pantalla y pelearme con las pésimas conexiones de la oficina. Tengo el encanto de un trabajo nuevo, además de parecerme interesante. Escribo, analizo, pienso. Pienso mucho, todo al mismo tiempo.

Disculpe usted amable lector-a que este espacio lo utilice (una vez más) para contarle acerca de mis rutinas. Sin embargo se que en el fondo tiene curiosidad sobre el tema de esta semana, cuál será la reflexión de esta caótica cabeza o si ha pasado algo lo suficientemente relevante en mi vida como para contárselo. Nuestro instinto social nos gana.

No es casual mi descripción del día. Lo he hecho con toda la intención de volver a ella cuando me sienta perdida, cuando no encuentre el rumbo. Saber que sigo en mi camino, el cual me lleva a donde me prometí. La vida siempre se mueve, nosotros con ella.
Alguien parte y yo me quedo con mis días, mi cotidianidad, mis meditaciones, mi tráfico y este cielo que cada vez se vuelve más anaranjado. Pienso que ese alguien forma parte de esta realidad aún cuando deba recorrerse literalmente cielo, mar y tierra para un abrazo. Encontrará los medios para no perderse en su búsqueda y al igual que yo, tal vez un día escriba sobre sus rutinas para volver a ellas en momentos de interrogación.

Aquí la vida continúa, allá comienzan nuevos hábitos. Todos, en algún momento hemos sido o seremos migrantes. Estamos acostumbrados a ir de un lado para otro, detenerse no es opción. Sabemos bien que este frío en el estómago es pasajero.

No hay comentarios: