viernes, 31 de agosto de 2007

ADULTECENTES

Peter Pan, Dorian Grey, Erzebeth Barthory, Madonna y hasta los Timbiriches tienen más cosas en común que lo que imaginamos. Un día encontré en mi correo un artículo tratando este tema, es una buena forma de entender nuestra dinámica social.
Nuestros personajes principales no están tampoco tan alejados de la realidad. Están enamorados de la juventud, se aferran a ella de cualquier manera bajo todos los medios posibles. Puede ser polvo de hadas, un cuadro mágico, la sangre de doncellas, bótox o música. Su ideal de la vida es seguir disfrutando, mantenerse eternamente en la etapa feliz, donde las responsabilidades son aparentemente sencillas, hedonistas, egocéntricos, impulsivos, caprichosos, pero eso si, derraman energía, tienen el poder adquisitivo mediante el crédito y no se complican mucho la vida.

La vida es mejor cantando…

Parte de la tendencia actual, los expertos los llaman adultecentes. Un término relativamente nuevo para definir a gente que entre los 25 y 35 años de edad viven una segunda adolescencia (yo atrevería a asegurar que incluso pasando los 40). La mayoría con un trabajo lo suficientemente remunerado para obtener una tarjeta de crédito clásica, las comodidades del hijo de familia, cuya capacidad de sorpresa es infinita porque siempre habrá un nuevo juguete. Son la mezcla perfecta del consumidor, porque la vida es corta, debe haber diversión. No importa cuánto cueste. No importa cuánto deban.
Es difícil identificar en un bar, por ejemplo, a los mayores y menores de edad. Ambos cantan, bailan, se emborrachan. Siguen la fiesta juntos en los mismos lugares, la mayoría de las veces pertenecen al mismo grupo de amistad. Comparten a veces el mismo tema de conversación, la moda o la música. Generalmente sus gastos son personales donde abundan gadgets (celular, ipod, palm, juegos de video), moda, libros o cds. El adultecente es parte del fenómeno de la globalización.
Cuando en años anteriores se hubieran catalogado como “juniors” “rabo verde” “seudo hippies” debido al movimiento cotidiano de las ciudades, el ser adultecente se ha convertido en una etapa en la vida. La etapa de la juventud es la más larga. Las mujeres han encontrado la manera de retrasar la maternidad, los hombres no cargan toda la responsabilidad de llevar dinero a la casa y ya no es necesario tener un departamento amueblado, mientras el celular tenga crédito sólo con un perro está bien.
Según el texto original: “José Antonio Islas, investigador de la UNAM asegura que las familias se han adaptado a vivir con treintones en casa. En México, la Encuesta Nacional del Instituto Mexicano de la Juventud revela que 50.7% de los jóvenes no han pensado en salir de la casa paterna y la razón fundamental es que se sienten a gusto con sus papás. Mientras que 36.7 % que sale del hogar paterno regresa a vivir de nueva cuenta dando como razones principales: la terminación del periodo de estudios o trabajo, seguidos por el divorcio o la separación de pareja, la imposibilidad de mantenerse económicamente o por sentirse solos.”
El adultecente está entre la libertad o la magia de estar cómodo. Puede cuidar el aspecto social mientras en el personal se pregunta hacia dónde se dirige. Se ve en el espejo, gusta de su imagen pero sabe que puede mejorarla. Mientras se dirige al trabajo, aun sueña con algún día ser grande.

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