A diario un oseque hace de las suyas. Se esconde hasta por debajo de las piedras. Está enrareciendo el aire. Cualquiera podemos ser presa fácil. Sólo basta con estar en el lugar incorrecto a la hora incorrecta. Un oseque es cauteloso en su forma de actuar pero no por eso menos vil (aunque a veces sea simplemente adorable). Su forma de actuar es igual de impredecible, nunca está cuando se le necesita o por lo menos no aparece rápidamente. Él prefiere la espontaneidad, el factor sorpresa. Cuando encuentra a alguien distraído, un oseque se apodera de su piel; se mete por los poros, le da otros aromas al escenario, lo maneja como se le de la gana (puede agregar o quitar elementos según sea el caso) finalmente, llega a los ojos donde actúa de la manera más cruel y despiadada: un oseque pinta la espera.
De tal manera, un oseque puede causar la mayor felicidad jamás vivida o la peor de las frustraciones. Su forma de actuar provoca sentimientos inversamente proporcionales: como la mayoría de las veces plantea futuros prometedores, provoca desesperación, angustia y frustración sobre el presente; si por el contrario, un oseque avisa sobre algún peligro, la seguridad del momento es bien preciada, un alivio; sin embargo como el ser humano es neci@ y curios@ por naturaleza, acabará por provocar aquello de lo que ha huido. Un oseque cumplirá entonces su función de crear caos.
La edad de un oseque es tan antigua como la razón, como la ambición, como el conflicto. Nadie tiene certeza de sus orígenes. Es el motivo de los enamoramientos, de las pasiones, del dulce sabor jugando en la lengua. El ingrediente principal de la melancolía. Verdugo, es el que se divierte a costa de nuestras manías. Se descifra como aquello nunca imaginado, por lo tanto suele ser indescriptible. Sin embargo permanece ahí como la única certeza. El eterno fugitivo.
Un oseque es aquello que no está pero nunca sobra. Un oseque es amorfo, y tan maleable que toma las características físicas, químicas, mágicas de quien lo invoca. De propiedades ampliamente flexibles, listo par satisfacer deseos, porque la función de un oseque es esa: descubrir la esencia de la eterna búsqueda humana. En ocasiones un oseque nos tira de la cama o nos jala las cobijas para comenzar a actuar. Está presente en la noches, escondido tras las cortinas; en la regadera, mientras nos quitamos el jabón de la cara; cuando hemos cerrado todas nuestras puertas y nos hemos dado cuenta que adentro se ha quedado algo; generalmente, está en las manos vacías.
Cuando se pensaba al ser humano como dueño de todos los avances tecnológicos, los grandes pasos artístico-culturales, el dominio de la ciencia para conseguir el saber, la política y la retórica como motores de complejos sistemas sociales, hemos pasado por alto la presencia de un oseque. Y no importa cuan tranquila, amorosa, pasional, aventurera, riesgosa, o demás sea la vida. Siempre hará falta un oseque en algún momento para volverla interesante.